La Argentina Agroexportadora

a) Inserción de la Argentina al Mercado Mundial

Para analizar la incorporación de la Argentina al Mercado Mundial, es indispensable hacer una previa caracterización de las condiciones dominantes en aquella época.

A mediados del Siglo XIX, se comenzó a gestar la Segunda Revolución Industrial (también llamada “Revolución del acero”) en Inglaterra, Francia, Alemania, EEUU y Japón. Dicha Revolución significó una enorme transformación de la producción y el trabajo, a partir de un fantástico desarrollo técnico-científico (nuevas fuentes de energía, nuevas industrias, etc.). Asimismo, se innovaron los sistemas de transportes y comunicaciones.

A fines del Siglo XIX la necesidad de nuevos mercados produjo que las potencias occidentales establezcan “zonas de influencia”, en la que cada una tenía prioridad para comerciar e invertir (es decir, impusieron un mercado cautivo). A este proceso de expansión capitalista se lo denominó Imperialismo.
La mayoría de los países de América Latina mantuvo su independencia política, pero estuvo sujeta a una fuerte penetración económica de los países centrales, especialmente, Gran Bretaña.

En estas circunstancias, se produjo la integración del sistema económico mundial y surgió la denominada División Internacional del Trabajo:
• Por un lado, se encontraban aquellos países industrializados (los países “centrales”) que se especializaron y se concentraron en la producción de manufacturas, de bienes de capital y de tecnología. Estos países demandaban viejas y nuevas materias primas para la producción y la alimentación de una población que crecía y que disponía de ingresos en aumento. Además, invertían su capital excedente en el desarrollo de la infraestructura y los transportes ligados al circuito de su comercio (inversiones en países “periféricos”).
• Por otro lado, existían aquellos países, como Argentina, que se especializaron en la producción de alimentos y materias primas para abastecer a los países centrales. A su vez, se transformaron en mercados consumidores de productos industrializados. Además, recibieron el excedente de población de los países “centrales”, producto de la “explosión demográfica”. Estos países conformaron las “periferias capitalistas”.
En este sentido, cada país se especializaba, según sus “ventajas comparativas”, es decir, en aquellas producciones para las cuales contaba con las condiciones más ventajosas y, por tanto, podía ofrecer al mejor precio.

Mientras en el mundo comenzaba la integración plena del mercado, en la Argentina era deficiente aún la organización institucional. Para progresar, debía vencer una serie de obstáculos y asegurar, de esta forma, “la paz y el orden”, y el efectivo control sobre el territorio. Este objetivo se tradujo en varias acciones, entre las que podemos nombrar:
• Aseguraron el monopolio de la fuerza: desde 1852, el Estado fue dominando y subordinando a quienes, hasta entonces, habían desafiado su poder, y aseguró para el ejército nacional el monopolio de la fuerza.
• El Estado afirmó su poder sobre los vastos territorios controlados por los indígenas.
• Los límites territoriales del Estado se definieron con claridad, y las cuestiones internas se separaron tajantemente de las anteriores, con las que tradicionalmente se habían mezclado.
• La Constitución de 1853, sentó las bases jurídicas del Estado. Sin embargo, sirvió para justificar la concentración y el ejercicio deliberado del poder.

Progresivamente, el Estado fue venciendo los obstáculos y, poco a poco, se fue insertando en el Mercado Mundial a partir de la exportación de carnes y cereales (factor dinámico). No obstante, esto no hubiera sido posible sin el aporte de los capitales de Gran Bretaña (que venía funcionando de metrópolis desde 1810) al costo de la construcción del Estado.
Como se mencionó anteriormente, Gran Bretaña estuvo presente en la Argentina desde 1810. Sin embargo, fue en 1880, con la maduración del estado, que se consolidó la asociación angloargentina. Incapaz de afrontar la competencia industrial, Argentina se refugió en el Imperio Británico y en sus monopolios, y optó por las ganancias aseguradas por inversiones privilegiadas, de bajo riesgo y alta rentabilidad.
Además de los rubros tradicionales –comercios, bancos, préstamos al Estado-, los británicos se aseguraron los préstamos hipotecarios sobre las tierras, las inversiones en empresas públicas de servicios, como tranvías o aguas corrientes, y sobre todo los ferrocarriles.
Sin embargo, el fuerte endeudamiento del Estado convertía el servicio de la deuda externa en una carga onerosa que se solventaba con nuevos préstamos o con los saldos del comercio exterior. El problema se presentaba en los momentos de crisis cíclica, en el que ambas alternativas se reducían drásticamente.

Los lineamientos de la política económica fueron de claro corte liberal: patrón oro o patrón libra esterlina-oro como eje de la política cambiaria; respeto al librecomercio; emisión de títulos de la deuda pública y contratación de empréstitos en el mercado de Londres como política de financiamiento externo; política fiscal de tipo gladstoniana, etc.
Entre 1880 y 1890 el Estado desarrolló acciones dentro del marco del “gobierno liberal” para solucionar los “cuellos de botella” y crear condiciones para el desenvolvimiento de los empresarios privados.
El Estado también se hizo cargo de la “Conquista del Desierto” de la que resultó la incorporación de vastos territorios de tierras fértiles que fueron vendidas a muy bajo costo a pocas manos. Esta resultó decisiva para la conformación de la clase terrateniente, que vio en la explotación agraria extensiva, primero, y en la ganadería, después, el fruto de sus ingresos.
Fue a partir de las tierras que se constituyó una clase empresaria concentrada y no especializada: una oligarquía que controlaba un amplio conjunto de actividades.

La Argentina vio ingresar en estos años de auge grandes ganancias que, en gran parte, se destinaron al consumo.
Se modernizaron las ciudades a partir de modernos servicios de higiene y transportes, plazas, avenidas y un conjunto de edificios públicos ostentosos.
Se multiplicó el empleo y fue surgiendo, progresivamente, la industria nacional.
No obstante, esta modernización de las grandes ciudades aumentó, por otra parte, la brecha secular con el Interior, incapaz de insertarse en el Mercado Mundial.

La filosofía que encuadraba en el modo de vida de los intelectuales de aquella época fue el positivismo, por su valoración de la eficiencia y el pragmatismo, del orden y el progreso.
Esto llevó a que, en pocos años, la Argentina no sólo se incorpore al Mercado Mundial, sino que también pase a ser una de las mayores productoras de carne y cereales del mundo.


b) Cambios en la estructura social del país: Inmigración.

Los cambios que protagonizó la Argentina en estas décadas impuso, además, fuertes transformaciones en la composición demográfica.
Ya en 1853, se había sancionado la Ley 25 de la Constitución Nacional que fomentaba la inmigración europea. Sin embargo, fue recién a partir de 1880 que se comenzaron a observar las cifras más altas de inmigraciones.
En Europa, los grandes avances y las mejoras en la calidad de vida habían ocasionado una fuerte explosión demográfica. Además, las economías agrarias tradicionales habían entrado en crisis.
Argentina, por su parte, necesitaba abundante mano de obra para el trabajo en su naciente economía. Por esta razón, intentó fomentar la inmigración mediante propaganda y pasajes subsidiados.
La conjunción de estas condiciones explica el fuerte proceso inmigratorio que se vivió en aquellos años.
La inmigración masiva y el progreso económico remodelaron profundamente la sociedad argentina, y podría decirse que la hicieron de nuevo. Los 1,8 millones de habitantes en 1869 se convirtieron en 7,8 millones en 1914 y en ese mismo período, la población de la ciudad de Buenos Aires pasó de 180 mil habitantes a 1,5 millones. Dos de cada tres habitantes de la ciudad eran extranjeros en 1895, y en 1914, cuando ya habían nacido de ellos muchos hijos argentinos, todavía la mitad de la población de la ciudad era extranjera. La mayoría fueron los italianos, primero del norte y luego del sur, y los siguieron los españoles, y en menor medida los franceses. Pero llegaron inmigrantes de todas partes, aunque en contingentes pequeños, al punto que se pensó en Buenos Aires como en una nueva Babel.

Los inmigrantes impulsados por el afán de “hacer la América” fueron capaces de adaptarse a las condiciones que le imponía el mercado del trabajo: en la década de 1880 se concentraron en las grandes ciudades para trabajar en la construcción de obras públicas y la remodelación urbana. Las grandes ciudades se llenaron de trabajadores, en su mayoría extranjeros pero también criollos. Sus ocupaciones eran diversas y sus condiciones laborales heterogéneas: jornaleros sin calificación, artesanos calificados, vendedores ambulantes, sirvientes y obreros de las primeras fábricas. Sin embargo, su forma de vida era similar: vivían hacinados en los conventillos del centro de la ciudad. Padecían difíciles condiciones cotidianas: mala vivienda, altos costos de alquiler, problemas sanitarios, inestabilidad en los empleo y bajos salarios, epidemias, problemas de mortalidad infantil, etc.
En la década siguiente, en cambio, motivados por el progreso agrario, los inmigrantes se instalaron masivamente en el campo. Al interior fueron pocos, con excepción de lugares como Mendoza. En el Litoral, la mayoría se instaló precariamente como arrendatarios. Vivían en rudimentarios e inhóspitos ranchos, sin las comodidades mínimas, prestos a abandonar el lugar cuando el contrato vencía. Contribuyeron a las gruesas ganancias de los terratenientes y casas comerciales exportadoras, que se asociaban a los beneficios de los chacareros, pero sin participar en sus riesgos.

Los inmigrantes se fueron instalando, así, en una sociedad que estuvo durante bastante tiempo en formación. Progresivamente, se fueron mezclando entre ellos y con los criollos, generando formas de vida y de cultura híbridas. La heterogeneidad cultural y lingüística comenzó a superarse en la experiencia cotidiana de afrontar las duras condiciones de vida que, luego, estimularon la cooperación y la constitución de todo tipo de asociaciones: mutuales, de resistencia, gremiales en torno a las cuales la sociedad popular comenzó a tomar forma. Por otra parte, la convivencia permitía la espontánea integración de las tradiciones culturales y el surgimiento de formas híbridas pero de una vigorosa creatividad, como el tango, el sainete o lunfardo, donde confluían los elementos criollos y los muy diversos aportados por la inmigración.
Por otra parte, los inmigrantes fueron los responsables de formar las primeras asociaciones sindicales, de tendencias socialista y anarquista, que predominaban en la Europa de la época.

En definitiva, compleja y larga fue la integración y consolidación de la sociedad, como así también lo fueron sus consecuencias ideológicas, sociales y culturales.


c) Crisis del modelo agroexportador

La crisis económica de 1929, el crack de la Bolsa de Valores de Nueva York (Wall Street), desarticuló el mercado mundial y afectó a todos los sectores económicos.
La libra esterlina no pudo mantener su convertibilidad y se declaró inconvertible. Perdió su liderazgo como moneda internacional y fue desplazada por el dólar.
La estrecha vinculación de la economía argentina con la internacional la sensibilizó a sus fluctuaciones cíclicas. Europa disminuyó bruscamente sus compras a la Argentina y los precios cayeron un 50%. Las escasas divisas de la renta agraria no podían mantener un exitoso funcionamiento de la economía.
Por otra parte, en el plano político, la crisis agravó las diferencias de la conducción gubernativa de Hipólito Yrigoyen y le sirvió a la oposición para acusarlo de ineptitud total.
La salida a esta crisis económico-política fue un golpe militar de tipo oligárquico que intentó restaurar la hegemonía para el sector agrario-exportador.

15 de abril de 2010
Calificación: 9 (nueve)
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Bibliografía

MILLIA, María L.; SCARAFÍA, Inés: El proceso de formación de la economía internacional. El sistema capitalista, 2006, Material de cátedra para uso de los alumnos de la Escuela Normal Superior Nº 32 “General José de San Martín”, Santa Fe.
PAZ, Pedro: Proceso de acumulación y política económica en: AAVV: Crisis de la Dictadura Argentina. Política económica y cambio social (1976 - 1983), 1985, Edit. Siglo XXI, Buenos Aires.
ROMERO, Luis Alberto: Breve historia contemporánea de la Argentina, 2010, Edit. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.
VILAR, Juan: Contribución al conocimiento de la realidad nacional, Ficha de Cátedra.
http://es.wikipedia.org/