Modelo Agroexportador

Contexto internacional

Desde mediados del siglo XIX, en Europa, Estados Unidos y Japón, se produce un fantástico desarrollo técnico-científico que da origen a la Segunda Revolución Industrial.
Surgieron nuevas industrias: siderurgia, químicas, electricidad, máquinas-herramientas, motores a explosión, etc. que requieren gran cantidad de materias primas y mercados consumidores de la enorme producción, que luego se obtendrían en otros continentes: América Latina, Asia, África y Oceanía.
Se constituye el Mercado Mundial con características definidas. A fines del Siglo XIX la necesidad de nuevos mercados produjo que las potencias occidentales establezcan “zonas de influencia”, en la que cada una tenía prioridad para comerciar e invertir (es decir, impusieron un mercado cautivo). A este proceso de expansión capitalista se lo denominó Imperialismo.
Surge, así, la división internacional del trabajo:
  • Por un lado, se encontraban aquellos países industrializados (los países “centrales”) que se especializaron y se concentraron en la producción de manufacturas, de bienes de capital y de tecnología. Estos países demandaban viejas y nuevas materias primas para la producción y la alimentación de una población que crecía y que disponía de ingresos en aumento. Además, invertían su capital excedente en el desarrollo de la infraestructura y los transportes ligados al circuito de su comercio (inversiones en países “periféricos”).
  • Por otro lado, existían aquellos países, como Argentina, que se especializaron en la producción de alimentos y materias primas para abastecer a los países centrales. A su vez, se transformaron en mercados consumidores de productos industrializados. Además, recibieron el excedente de población de los países “centrales”, producto de la “explosión demográfica”. Estos países conformaron las “periferias capitalistas”.
En este sentido, cada país se especializaba, según sus “ventajas comparativas”, es decir, en aquellas producciones para las cuales contaba con las condiciones más ventajosas y, por tanto, podía ofrecer al mejor precio.
De esta manera, Argentina se fue insertando al Mercado Mundial bajo el ala de Gran Bretaña, una de las potencias más dinámicas de aquella época. En un primer momento, esta asociación contribuyó a la consolidación del Estado. Sin embargo, la gran dependencia de Argentina respecto de esta potencia llevaría a la desestabilización y la crisis de nuestro país en años posteriores.

Rol del Estado

La clase dirigente –la oligarquía- dedicó todos sus esfuerzos en impulsar el desarrollo agropecuario, convencida de que era lo más conveniente para el país.
Impulsó la actividad privada, fomentó las inversiones extranjeras y dejó en sus manos los principales resortes de la actividad económica, generadora de riqueza.
La oligarquía adhería a la corriente positivista, en su versión spenceriana, por su valoración de la eficiencia y el pragmatismo, del orden y el progreso.
Puede sintetizarse así, lo realizado por el Estado:
  • Incorporación de las tierras fértiles, con expulsión de los indios:
En 1878, el Congreso sancionó una ley disponiendo la ocupación del “desierto”, es decir, el territorio comprendido hasta el río Negro y la Cordillera
En 1879 el Estado se aseguró, con la “Conquista del desierto”, 20000 leguas cuadradas, entre ellas, millones de hectáreas de las tierras más fértiles del mundo. Para ellos, los indios fueron muertos, apresados y luego repartidos entre familias “distinguidas” de Buenos Aires como sirvientes, o empujados al sur o a la cordillera.
Hacia 1911, se completó la ocupación de los territorios de la frontera nordeste.
  • Transferencia de tierras fiscales a particulares:
Las tierras que el Estado incorporó con la “Conquista del Desierto” fueron repartidas –regaladas o vendidas a precio vil- entre terratenientes, comerciantes y militares porteños. Muchos de ellos ya eran propietarios y otros lo fueron desde entonces, pero esta acción estatal resultó decisiva para la consolidación de la clase terrateniente.
  • Protección armada de la propiedad privada.
  • Introducción de inmigrantes:
La expansión de la economía argentina requirió abundante mano de obra, la cual escaseaba en la época. Esto condujo a incorporarla desde el extranjero, dado que ya no era posible lograrla por medio de la esclavitud (había sido abolida completamente con la sanción de la Constitución en 1853).
También en la Constitución Nacional, La Ley 25 fomentaba la inmigración europea. Sin embargo, fue recién a partir de 1880 que se comenzaron a observar las cifras más altas.
El Estado intentó fomentar la inmigración mediante propaganda y pasajes subsidiados.
  • Instalación de ferrocarriles nacionales; garantías a los ferrocarriles extranjeros, concesión gratuita de tierras y exención de gravámenes e impuestos.
En la década de 1870 el Estado comenzó a construir lo que se llamó el Ferrocarril Oeste, que ocupaba las zonas hacia el este de la Provincia de Bs. As., desarrollando toda una estructura ferroviaria. Era una empresa que funcionaba muy bien y que generaba ganancias.
En la década de 1880, aparecieron grandes empresas, especialmente inglesas, que comenzaron a presionar para que el Estado vendiera el Ferrocarril Oeste. Finalmente, se privatizó.
Todas las líneas que pasaban por la zona pampeana y que unían las grandes cabeceras con Córdoba, con Mendoza, con Bahía Blanca, pasaron a ser propiedad del capitalismo privado porque constituían las de mayor ganancia. En cambio, las líneas de fomento serían construidas por el Estado.
Los ferrocarriles resultaron extraordinariamente rendidores para las empresas británicas: en condiciones ciertamente privilegiadas, se aseguraron una ganancia que aseguraba el Estado, quien también otorgaba exenciones impositivas y tierras a los costados de las vías por tenderse.
  • Construcción de puertos, obras urbanas, de salubridad, de instrucción pública, etc.
Uno de los objetivos fundamentales de la clase dirigente era moldear y organizar la sociedad que estaba en formación. El gran instrumento para disciplinar y argentinizar a la masa de inmigrantes fue la educación primaria. Ésta, según la Ley 1.420 de 1884, fue laica, gratuita y obligatoria.
Por otra parte, se modernizaron las ciudades a partir de modernos servicios de higiene y transportes, plazas, avenidas y un conjunto de edificios públicos ostentosos.
  • Información básica: relevamientos estadísticos, confección de planos topográficos, etc.
Factor dinámico

Para que una economía crezca debe haber una demanda solvente, es decir, con capacidad de pago. A lo largo de este modelo, Argentina encontró esa demanda en el sector externo, en la exportación de granos y carnes.
De esta manera, el sector externo le daba dinamismo al modelo. Toda la actividad económica giraba alrededor de un eje: producir excedentes agrícolas y pecuarios para ser exportados.
No se pretendía abastecer al mercado interno, sino aprovechar la renta agraria. De allí, las denominaciones de modelo “agroexportador”, “de crecimiento hacia fuera” o “de economía primaria exportadora”.
La estructura económico-social adquirió una definida característica agraria, que trascendió al modelo. Los esfuerzos públicos y privados no coincidieron en impulsar el desarrollo agropecuario.
Se introdujeron nuevas razas bovinas (shorton, heresford, aberdeen) que desplazaron al ganado criollo.
El desarrollo industrial fue escaso. Hubo industrias modernas, como la frigorífica y molinera, imprescindibles complementos de las exportaciones agropecuarias. Pero la industria destinada a abastecer el mercado interno fue modesta.
El Estado, a través de los impuestos aduaneros obtenía recursos para amortizar la deuda externa, cubrir los gastos de la administración pública y financiar numerosas obras.
Las divisas obtenidas por exportación primaria permitía pagar las importaciones, esto enriquecía a terratenientes e inversores.
Por otra parte, el Estado buscó estimular algunas producciones del interior para paliar los agudos desequilibrios regionales, este fue el caso de la azucarera en Tucumán y Noroeste, y la vitivinícola en Cuyo.

Vulnerabilidad y Crisis

La crisis económica de 1929, el crack de la Bolsa de Valores de Nueva York (Wall Street), desarticuló el mercado mundial y afectó a todos los sectores económicos.
La libra esterlina no pudo mantener su convertibilidad y se declaró inconvertible. Perdió su liderazgo como moneda internacional y fue desplazada por el dólar.
Por otra parte, pese al crecimiento logrado, la estructura económica-productiva de Argentina era sumamente vulnerable: dependía totalmente de las compras del exterior. El país había progresado en función de las necesidades europeas, principalmente de Gran Bretaña. No había diversificado su economía: era “monoproductor” de materia prima.
El ciclo expansivo fue impulsado por factores exógenos, que imponían las condiciones: precios, volúmenes, calidad, etc.
Durante el apogeo del ciclo, en 1910, hubo capitales suficientes como para expandir y diversificar la actividad productiva, pero los recursos se malgastaban en Europa. No se montó la industria liviana ni pesada, no se integró la actividad económica, no hubo desarrollo científico-tecnológico, que diera autonomía a la economía argentina.
La estrecha vinculación de la economía argentina con la internacional la sensibilizó a sus fluctuaciones cíclicas. Europa disminuyó bruscamente sus compras a la Argentina y los precios cayeron un 50%. Las escasas divisas de la renta agraria no podían mantener un exitoso funcionamiento de la economía.
Por otra parte, en el plano político, la crisis agravó las diferencias de la conducción gubernativa de Hipólito Yrigoyen y le sirvió a la oposición para acusarlo de ineptitud total.
La salida a esta crisis económico-política fue un golpe militar de tipo oligárquico que intentó restaurar la hegemonía para el sector agrario-exportador.