Modelo Desarrollista

Del mundo arrasado por la Segunda Guerra Mundial, surgieron dos potencias hegemónicas que impusieron dominio sobre vastas regiones del planeta: Estados Unidos de América y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Fueron dos sistemas antagónicos que pugnaron en una “guerra fría” por más de cuatro décadas. Hubo un permanente enfrentamiento indirecto, paralelo a una aterradora carrera armamentista (nuclear), que amenazaba la existencia de la humanidad. La particularidad de este conflicto fue que ambas potencias evitaron enfrentarse directamente en el plano militar, dado el peligro que representaba la disponibilidad de armamento nuclear. Quedaron así contenidas por el “equilibrio del terror”. La presencia de una ponía límites a la expansión de la otra.
Una de las estrategias consistió en atraer a su zona de influencia otros países, por medio de alianzas político-militares o relaciones económico-financieras. En algunas ocasiones, esta forma de expansión provocó conflictos armados localizados, pero sin que las dos grandes potencias lucharan directamente, como lo que ocurrió con las guerras de Corea y de Vietnam.
Por otra parte, Europa Occidental, recuperada de la reconstrucción de la Guerra, volvió a ser potencia económica e industrial, al igual que Japón.
El mundo capitalista adelantado, atravesó un ciclo de gran expansión económica, interrumpido por una crisis estructural de 1973, cuando miembros de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) limitaron sus exportaciones. El precio del barril aumentó entonces en más de un 300%. Esta crisis produjo cambios profundos en el sistema productivo.
Se dio un “despertar de los pueblos” que culminó por la descolonización de África y Asia y los movimientos de “liberación nacional” en Latinoamérica, que lucharon para sacarla de su situación semi-colonial.
Los Estados Unidos concibieron un nuevo proyecto estratégico, con el propósito de cooptar a los países periféricos –especialmente de América Latina- con una política de modernización. Un modelo superador del proyecto socialista.
El presidente J. Kennedy quiso imponerlo mediante la “Alianza para el progreso”.
Sociólogos funcionalistas norteamericanos, elaboraron la Teoría del Desarrollo que sostiene como clave de la modernización, la industrialización.
Esta teoría afirma que las sociedades de los países atrasados, para modernizarse, deben adoptar las pautas de comportamientos y consumo de los países adelantados de occidente. Por lo que es necesario superar el subdesarrollo y alcanzar los niveles de los países adelantados por medio de la instalación de industrias básicas (siderurgia, energía, petroquímica, metalmecánica, química). Si los capitales nacionales no son suficientes, debe recurrirse a las inversiones extranjeras.
A mediados de los ’50, esta teoría encontró eco favorable en importantes organismos como la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), en ámbitos académicos como la Universidad de Buenos Aires, en economistas y políticos como Rogelio Frigerio, Arturo Frondizi y su partido, la UCRI, vencedores en los comicios generales de 1958.
Para los desarrollistas argentinos, el capital extranjero podía ser “liberador” si un Estado Nacional fuerte lo controlaba y orientaba las inversiones en los sectores productivos útiles par el desarrollo del país.
Esta industria pesada tendría un efecto multiplicador a través de reinversiones y permitiría una integración vertical con la industria liviana.